22.9.07

sin medias


La irresistible voz masculina que desde los parlantes del auto le había ofrecido las bondades de las medias Roxana, esa noche la invitaba a bailar un tema de los ochenta en un pub del Centro. Horas después, en el hotel, supo que no se había equivocado: era él.
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En la esquina de Córdoba y Bulnes, el semáforo en rojo la obligó a detener el coche. Mientras buceaba su celular en la cartera, escuchó en la tanda de un programa radial de la tarde "Slip media sin pie ultra opaca con multifibras. Ni brilla ni engorda tus piernas. Medias Roxana, a la medida de tu belleza". Grave y cómplice, suave y penetrante, la voz del locutor le produjo un cosquilleo que se inició en sus pies apoyados en los pedales, se deslizó hábil por la superficie de las medias de lycra y depositó una vibración intensa en su sexo. Si esa voz era portadora de un cuerpo, para Marina, ese pedazo de carne encendida debía tener: desbordante musculatura, un pecho poblado de resortes, una mandíbula prominente, pelo corto, orejas pequeñas, labios gruesos, lengua ágil y ser un quince muerta. La imagen que se representó era la de un monstruo, pero ¿qué otro cuerpo sino ese podía tener aquella voz que, de tan masculina, parecía inhumana?
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Por la noche saldría con Gloria y por Gloria. La única amiga que conservaba del colegio secundario y la única capaz de haber decidido por ella que ésa noche iría a un bar. “Hoy salimos. te va a hacer bien. beso linda”, decía el mensaje de texto. Cuando el semáforo dio verde arrojó el aparato al interior de la cartera abierta. Destino: abajo del asiento. Apagó la radio, necesitaba pensar. Treinta y dos años y divorciada, treinta y dos y soltera, tanto para ella como para Gloria salir era responder ante los hombres esas dos preguntas. Quizás por eso frecuentaban los bares del microcentro. Poblados de extranjeros, alemanes muchos alemanes, con quienes la diferencia de idioma era para ellas un beneficio. Un nuevo semáforo la detuvo al llegar a la esquina.

(sigue...)