18.10.07

"Mis mujeres no me piden pitos" por Benjamín Diamante

Antes de cruzarme con jacques pensé en decirte esto:"vos realmente crees que tu mamá quiere un pito, que lo necesita?". Tu papá seguro que grita de terror, no por la falta o por el miedo de la falta, sino porque vé que el pito no falta: la falta falta como falta, a la que no le falta nada. Y los papás piensan, y esto donde me lo meto (porque siguen pensando que en algún lado tiene que faltar)- y mientras pienso que a haloscan le fatan las itálicas -mis mujeres no me piden pitos, a mis mujeres no les falta. Pero claro, yo soy puto... tengo pito ¿no?.
Y después me cruzé con jacques que me dijo: ¿Por qué entonces el pánico, el miedo, el "pudor"?La distancia femenina abstrae de sí misma la verdad suspendiendo la relación a la castración. Suspender como podría tenderse o extenderse una tela, una relación, etc., que se deja al mismo tiempo -suspendida- en la indecisión. En el ¢pox®.Relación suspendida a la castración: pero no a la verdad de la castración, en la que la mujer no cree, ni a la verdad como castración, ni a la verdad-castración. La verdad-castración es precisamente el problema del hombre, la problemática masculina que nunca es lo bastante vieja, escéptica ni disimulada, y que en su credulidad, en su estupidez (siempre sexual y que ocasionalmente se presenta como experta maestría), se castra secretando el señuelo de la verdad-castración. (En este punto sería lícito quizá interrogar -desacoplar- el despliegue metafórico del velo; de la verdad que habla, de la castración y del falocentrismo en el discurso lacaniano por ejemplo.)
La “mujer” -la palabra hace época- tampoco cree en el reverso puro de la castración, en la anti-castración. Es demasiado astuta para eso y sabe -de ella, de su operación al menos, deberíamos aprender nosotros, pero ¿quiénes nosotros?- que semejante inversión la privaría de toda posibilidad de simulacro, la devolvería verdaderamente al mismo estado y la instalaría más firmemente que nunca en la vieja máquina, en el falocentrismo asistido de su compadre, imagen inversa de las pupilas, alumno alborotador, es decir, discípulo disciplinado del maestro.Así, pues, la “mujer” necesita del efecto de la castración, sin el cual no sabría seducir ni suscitar el deseo -pero evidentemente no cree en ello. “Mujer” es lo que no cree pero aparenta creer en el marco de un nuevo concepto o de una nueva estructura que persigue la risa. Del hombre - sabe, con un saber al que ninguna filosofía dogmática o crédula podría compararse, que la castración no tiene lugar.y yo tuve cerrar el libro cuando explotaron los espolones, cerrar el libro cuando dijo lacaniano, irme a dormir como se duerme después del cansancio, con los sueños.
La mujer no cree en la castración- siguen faltando las itálicas.