16.10.07

permitirse ser grasa

Después de fatigar los órganos sexuales se queda dormida. Sentado en el sillón, a un costado de la cama, tengo una vista privilegiada de sus dos tatuajes, ojos cerrados y pelo rubio revuelto regrasoso. Después de coger nos bañamos, mentira.
El departamento, un ambiente que es cocina-living-cuarto-escritorio-comedor, está casi a oscuras. En el piso, los preservativos con un nudito en la parte superior, parecen perdigones de una batallada narrada por libros de historia del secundario. Allá, ella, su cuerpo tuneado: un apoyabici perfecto y tetas con curvas de autopista; acá, yo y mi cuerpo rayado por las líneas de luz que burlan la persiana baja. Sobre la mesa de luz, el sahumerio que desprende un continuo hilo de humo invade el aire con olor a vainilla. Fumo el último cigarrillo de la noche y escucho la letra de la última canción del cd:
entre tus piernas
todo entiendo
no te duermas
yo te sueño
La música se corta y apago el cigarrillo en un cenicero que tiene la forma de una mano de puma. Al acostarme, acomodo primero mi cuerpo y después mi respiración a la suya. La mañana siguiente me dirá que soñó conmigo. Desnudo, en el medio de una avenida, hacía señas a los autos. Ella reía desde la vereda de enfrente.