mis amigas
Nada de propietario, mis amigas no son mías. Vayamos a lo que quiero contar, porque dije amigas y ya empezó a ecoar en tu imaginario y querés seguir ligando con esto que es texto. Ellas están más lindas que nunca, ayer tomando un Valentín Lacrado lo pensé y se los dije cuando brindamos. Fue un evento vernos, olernos, escucharnos después de dos semanas distanciados. Estábamos lubricados, las palabras y gestos corrían fáciles: un enchastre de emociones. Esa vulnerabilidad que ahora me permito, es una especie de ablandarse pero sin perder la erección. Parecería haber más contacto así, pienso para adentro y afuera.
Pero no me domoro más, el ritmo del texto exige que por ejemplo diga que a una de ellas las botas negras por fuera del jean la europizaban y que con su tapado también negro cualquiera acertaría en sospechar que vio toda la Nouvelle Vague y que conoce París mejor que la Cinemascope. Del otro lado de la mesa, una belleza oriental-latina sugiere con el escote de su remera blanca la silueta justa de sus pechos. Pocas mesas desocupadas en el bar Imaginario Cultural, el resto de ellas junto con las jóvenes mozas: trabajando. Cómo no distrarse mirando en el techo el par de ventiladores que giran verticalmente.
Lo que pretendía contar cuando apoyé los dedos en el teclado, es que mis amigas practican artes marciales. Eso, y cómo me gusta escucharlas hablar de los moretones que acumulan durante las clases de kung fú y el shitsu. Golpes, patadas, problemas de equilibrio y el color de los cinturones. Así nos tocamos, con ellas y con vos.
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