5.5.07

cumpleaños de la tía maricucha

Cuánta comida, qué poca gente. Su divorcio con mi tío Pichi (cuatro años ya), me divierte imaginar, participa de algún modo en el tamaño de la desproporción. Un primer bocado a una feta de queso gruyere indica que la comida, mesa atestada de platos, es riquisíma. Y por añadidura surge el problema administrativo que resulta de la limitada capacidad de mi estómago con las inagotables ansias de comerme todo. Si me paso con la entrada me pierdo las tortas.

Sentados a la mesa, a mi derecha está Clarita, la más chica de mis primos, que no se despega un instante de su novio "el Colo". Tan chico y ya tan serio, me parece que sólo puedo hablarle de economía. A su lado, Pía, de mi edad, no se despega un instante del recuerdo de la última salida con el chico que se demora exageradamente en llevarla a la cama. Qué linda está hoy. Algún día voy a contarle las incontables veces que me masturbé pensando en su culo, cuando de chicos veraneában en mi campo. Inventé un juego bajo el agua, "el Puente", en el cual una fila india abría las piernas en V para que el primero de la fila atravesara los ponts humanos. Por unos segundos, bajo la legalidad del juego, poseía una visión privilegiada de su culo redondo, que a veces, las menos, rozaba distraídamente mis genitales.

Frente a nosotros, la Juventud de primos, están apostadas las Tías. Solteras octogenarias con vestidos de colores demasiado eléctricos. Alguien debería decirle a Nélida que pintó su ceja izquierda dos centímetros más arriba que la derecha. Su hermana Juana, sentada a mi derecha, me insiste por lo bajo que no desatienda el contenido de su vaso. Por el ritmo con que vacía el vaso le sugeriría que tome del pico, pero advertido por mi tía "cada vez está peor de la memoria", supongo que no toma sino que olvida haber tomado.

Nélida dice tener "La razón de mi vida" autografiada por Evita. Se discute el precio del objeto artístico, el más entusiasta lo tasa como un auto 0km. Lo cierto es que el libro no está dedicado a Nélida, aunque insista ser su legítima dueña, sino a Juana. Así que las manos que endebles sostienen la quinta copa de vino bordaron los vestidos de "la Eva", midieron los contornos de su cintura, la blancura de su piel. Era hermosa. Nélida avanza con el relato que Juana le contó y ya olvidó, pero que ella, por ser dueña de una memoria privilegiada ¿no es así Mary?, es ahora heredera directa de cada uno de los detalle. Perón pasaba para ir al baño, eran los dos muy simpáticos. Hay que escribir un libro, arriesgan. La medalla de oro que le obsequiaron tras el viaje a Europa y que Juana propuso fundir, etc. Por suerte, dice Nélida, se la escondí.

Los ojos de Juani, el hermano mayor de las primas, se turban de un odio inmemorial. En la puerta de entrada, la tía Maricucha recibe con estallada alegría a su ¿amigo? Guillermo. Vestido de elegante sport supera en dos cabezas a la tía. Esforzándose en disipar la euforia del saludo se acercan cautos a la mesa. Cuelgan del cuello de Guillermo cintas blanquicelestes que sujetan tres medallas con un brillo dorado desvergonzadamente artificial. La justificación de su portación será tan imbécil como los demás comentarios que proferirá el resto de la noche. Miradas curiosas y oídos atentos en el relato de una competencia de remo, rowing dice él, que lo tuvo como ganador en tres oportunidades. Las llevará toda la semana siguiente, por cábala. Siempre autorreferencial, cuánta impunidad le otorgan los ojos embelesados de mi tía y los averiados ojos del resto de las viejas que cuentan sus músculos debajo de la camisa cuadriculada, obligan a mi primo a retirarse hacia la sala.

La tele prendida y el cuerpo de Juani que adivino hundido en el sofá verde, "sentáte" me dice y extendiendo un brazo ahorca con la mano el cuello de una botella de whisky. Me sirve medio vaso y le ofrezco un cigarrillo. La pantalla ofrece la imágen de dos japoneses con kimmonos blancos y cinturones negros acostados en el piso abrazándose con piernas y brazos. Las posiciones son inverosímiles, se me ocurre, un kamasutra homosexual. Pero la explicación de mi primo, poblada de vocabulario técnico, sugiere que se trata de un "arte marcial". Con orgullo me cuenta con un tono exageradamente serio y solemne que lo practica hace cuatro meses tres veces por semana. Imagino a mi primo aplicando esas llaves y tomas intentando depositar alguna chica indefensa en su cama. Pasa Pía, culo redondo debajo de pantalón de vestir azul, y pregunta mirando a la pantalla "qué hacen esos putos". Mirada enfurecida de Juani, ella sabiamente se retira.

Al cabo de un rato, vinenen las Tías a despedirse de Juanito y de mí, "nos lleva Guillermo". Las acompañamos a la puerta de entrada y estacionada en doble fila, imponente la 4X4 del campeón de remo. Sin desalentarse por la altura del vehículo, avanzan las Tías por el empedrado de la calle con una valentía inaudita. Las tres se disgustan con mis cumplidos ofrecimientos de ayuda. Ubicadas a un costado de cada puerta del vehículo aguardan pacientemente que Guillermo se despida de Mary. Expeditivos, los musculosos brazos de Guillermo ubican ahora a través de una única maniobra a cada una de las tías en sus respectivos asientos.

Me despido de los primos y la tía, y persigo el último bocinazo que la camioneta escupe al doblar la esquina.