30.6.07

golpear la rama

Charla con Swann sobre los laberintos del amor que demoran la penetración. Había vuelto de frecuentar a mi Pretendida en un ensayo de teatro. En escena: nos besamos, le digo que la amo, ella exhibe sus piernas levantandose el vestido rosa (del civil de su mamá), mi mano tiembla al apoyarse en sus medias de nylon. Bien, bien, pero la escena termina y esas vibraciones del cuerpo que soltaron gestos y palabras ("Lilia si las palabras fueron hechas para tocarnos a la distancia: no hablemos más"), de ese universo de orden copernicano soy un planeta que se desprende y es atraído por esa otra legalidad, el Fuera de Escena, donde resulta vulnerable e inoperante. Porque si algo cuestiona la confusión en la que quedo sumido es el par opositivo adentro/afuera, que no logra dar cuenta de lo que me pasa.
Los consejos de Swann van dirigidos justamente a la producción de esa otra legalidad que permitiría la penetración, operando a través de piropos. Justo en ese momento recuerdo, bendita Memoria, el saber técnico que alguna vez me administrara mi abuela mientras juntábamos fruta: para que caigan las ciruelas limpias, tenés que golpear la rama. Allá voy Pretendida.