19.6.07

sospechas

Por algún motivo, las últimas dos semanas no recibía casi ninguna llamada telefónica en mi celular. Recortar el indigente número de "llamadas recibidas" al segmento temporal (las últimas dos semanas) era tan injusto como inexacto, puesto que esos números no habían variado desde la adquisición del celular. Nadie llamaba. Quienes lo hacían por equivocación (discaron mal o erraron alguna cifra) pertenecían también al conjunto Nadie.
Pensar que esto se debía a una escasez de amistades o a mi posibilidad de prescindir de ellas, reducía el relato a psicologismos y era ante todo: una salida poco literaria. Por razones de economía de narración, entonces, quien se presentaba como único y verdadero culpable de mi desesperante situación era La Compañía Telefónica.
Quién sino ella sería capaz de desviar la llamada de una agencia de publicidad que pretendía informarme "quedaste Tillo, filmamos..." y yo creía resolver los problemas materiales por el resto de mi vida. Así, la Compañía Telefónica responsable directa de mi fracaso laboral, de mi crisis vocacional y mi acercamiento a la bebida. Germen de discusión familiar, tema de mesa "mi inutilidad estructural" los últimos dos años, repetidas humillaciones: abandono piso en la Recolecta por piso en Caballito hasta conseguir colchón.
Charla con Juan. Para mi amigo marxista representaba la Resistencia, por mantenerme al margen de las fuerzas de producción. Su consejo: resistí. En la lista inagotable de mis desgracias le conté la última: mi novia Ana había optado por un compañero de teatro. Debí escucharla comparandome como un electrodoméstico con "su compañerito José": él siempre se ríe, trabaja, tiene un montón de amigos, su familia es normal, no fuma y es más grande. El consejo de mi amigo marxista: no vuelvas a llamar a esa hija de puta.
Así como La Compañía Telefónica había sido la única responsable de mi fracaso laboral y familiar, era indudable que su participación en el fracaso amoroso había sido, de algún modo que aún no alcanzaba a inteligir, decisivo. Esto pensaba mientras aguardaba ser atendido por las Siempresonrientes Empleadas de una sucursal de La Compañía, para dar de baja el celular.